16/6/08

Segunda Nota sobre el suicidio de los pajaros


Hay mañanas, hay domingos, en los que siento que el sol ya no calienta, que el viento ya no sopla, no quiero salir, no me quiero parar.
Me quiero quedar mirando el techo hasta que se me caigan los ojos, para no ver todas esas cosas que como agujas, pinchan mi alma, son pinchazos Chi quititos, suavecitos, pero constantes.
Los pinchazos me han quitado las ganas de gritar, de llorar.
Me están haciendo caer, es inevitable, cada día caigo en un agujero sin fondo,negro, no, mas bien gris con toquecitos de azul marino.
Es circular y a los lados tiene paradas, en las que descanso del trajín de caer. La hora de descanso es prácticamente la misma todos los días, en las noches cuando sueño, pero en las mañanas cuando despierto, una mano me empuja y sigo cayendo.
Un tiempo me acostumbre a caer, y lo deje de sentir. Pero ahora es insoportable, el agujero es cada vez mas ancho, la velocidad de la caída aumenta, las paradas están más lejanas, y ya no hay sueños.
Bueno, si, hay un sueño, pero uno solo, en el que estoy cayendo en un agujero sin fondo, me despierto y sigo cayendo, ya no puedo gritar, ni llorar, y giro y doy vueltas y ruedo y sigo ahí, no puedo salir.

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